Era una de esas casas en estado vetusto
con rincones donde todo era silencio,
un traspasar de la conciencia
hacia estados magníficos
donde todo era hermoso y tranquilo.
Transmitía Paz, absoluta Serenidad,
un aletargamiento total de la vida.
Su olor característico
se respiraba por doquier,
en cualquier esquina,
y recordaba días y noches
lejendarias en el tiempo.
En una habitación existía
el Silencio más absoluto
y todos los que se encontraban allí
soñaban el sueño de nunca acabar,
el de la Eternidad.
Salinas 1996
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