domingo, abril 17, 2005

A LA POESÍA

Tú, con tu belleza y verdad,
me llevaste por el camino de lo insólito.
Me llenaste de gozo y explendor
y me hiciste creer un Profeta.
De tu mano soslayé mis adjetivos y mi personalidad,
entrando en el terreno de la muerte.
Te esculpí como sonora delicadeza de entretenimiento
y te convertí en un juego de verdades y realidades,
transformando tu forma
y llenándote de gloria exaltada.
Cargado de construcciones adversas,
de mentiras y sueños,
soñé en lo lejano de tu pasado,
para convertirte en el seno de mi mente.
Pensé mucho, medité demasiado,
y te encontré virgen
en la alfombra de mis años.
Busqué temas y los encontré
cargados de lirismos y de conceptos.
Estuve al borde del delirio
y me consagré a castas indomables
para ver si aguantabas firme
y leal a tu convicción.
Me trasladé a inhóspitos parajes,
llenos de explendor y fama,
y te encontré serena y altiva
como una dama que se deja ser amada.
Cuando te necesité
viniste a mí como torrente
que amanece y florece en un estanque vacío.
Me ayudaste a comprender el mundo
y las ideas religiosas,
y comprendí a través de tí
un complejo de personalidades
que componen el planeta.
Supe verte en la oscuridad
y ví tu forma clara e insegura
y me convertí en un ser oscuro
y denso lleno de contradicciones.
Cuando ví tu reflejo en el espejo
comprendí mi futura ilusión
de encontararte plena y llena de gracia,
como sacada de un molde perfecto.
No sé si encontré
tus delicados impresionismos
para captar imágenes,
ni sé si supe valerme del verbo
que es tu aliado perpétuo.

Salinas 1195

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