viernes, noviembre 03, 2006

CALLE

Suaves brisas levantan el polvo mojado
y las gotas de la lluvia
golpean en las hojas
de árboles perfectamente alinéados
a lo largo de la calle estrecha y sin acera,
enmudecida en el silencio de la tarde.
Hoy no hay tránsito.
El frío norte y el cielo azul oscuro
son ahora sus compadres,
a veces el triste gato
y el perro sin rumbo
que acompañan a la calle agónica
de una pieza y sin atención.
Apenas pía un pájaro.
Calle recogida en el silencio
de un asfalto hermético
que a veces se clava en la suela del zapato,
entonces, ¿el desierto?. No.
Suena el agua caer
y el semirespirar de los árboles
que se desprenden de hojas toscas
que se oyen desplomarse en pequeños charcos,
aunque profundos y deseosos de volver a ser,
de aparecer de nuevo
entre la caída constante de la gota
que se desliza lentamente por la hoja,
entre hoja y hoja, caída constante
que la hoja mustia no aguanta
y sucumbe de repente en el esteril charco
que no sabe lo que ocurre.
Algo más en la ambigüedad de la calle,
en una tarde de calma natural.

Salinas otoño 1992

No hay comentarios:

Publicar un comentario